jueves, 29 de septiembre de 2011

Seamos... nadie!


Ser algo, llegar a ser alguien. Ése es nuestro plan.

Sí, se trata de conseguir algo, algo importante. Cuanto más grande mejor. Desde que aprendemos a razonar soñamos con llegar arriba, lo más alto posible. Tocar el cielo. Construir algo y ser recordado. ¿De esto trata todo, verdad? Dejar huella y lograr que haya merecido la pena nuestra estancia aquí.

Espero que hasta aquí estés de acuerdo, y si es que sí, a partir de aquí la cosa se complica.

Todos queremos permanecer aquí más tiempo del que nos corresponde, y no queremos ser olvidados.
Lo que yo cuestiono seriamente es: ¿Realmente hace falta llegar a ser alguien para esto?

¿Trabajando duro es el camino? Trabajar. Ascender. Subir hasta llegar a la cima. Ser la punta de una pirámide. Crear un gran (pequeño) imperio. Tener dinero y bienes. Tener autoridad. Tener fama. Tener el reconocimiento de los demás del propio éxito. ¿A esto le llamamos llegar a ser alguien, verdad?

Sí, yo creo que sí. Por eso he decidido probar otra cosa: no llegar a ser nada. No quiero ser nadie. Quiero ser un auténtico “don nadie”. Y, manteniendo mi identidad nula, levantar un imperio invisible. No quiero tener nada que ver con dinero y materiales. Quiero vivir en un mundo de sentimientos, un mundo de sueños. Donde el bienestar valga más que el dinero. Compartir esa sensación, infectar a los que me rodean con esa idea y hacer que se expanda como un virus.
Quiero ser el viento que sientes en el cabello, que te hace sentir un ligero escalofrío al rozar tu nuca, te susurra algo al oído y desaparece porque dejas de fijarte en que está ahí. Quiero hablarte y no me importa que no me entiendas.
Se trata de intentar. Luchar por la propia causa. Yo aún no tengo claro lo qué estoy construyendo, pero ya irá cogiendo forma... Paciencia.